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Ni los veo, ni los oigo (ni les propongo)

 

Hoy no hay nada que informar de las negociaciones STAUACh-UACh: la displicencia administrativa y las nulas propuestas antes nuestras demandas nos han colocado en una peligrosa calma chicha ante el plebiscito por venir en el que expresaremos nuestra voluntad en torno al estallamiento de huelga, Pero hoy también es preciso hacer un oscura paráfrasis de la famosa frase emitida en su momento por el malo entre los malos, el jefe de jefes de la mafia del poder, la máscara de hule representativa del neoliberalismo a ultranza, Carlos Salinas de Gortari, cuyo famoso “ni los veo ni los oigo” (a lo que añadimos “ni les propongo”) ha sentado sus reales en el ánimo de la parte administrativa (que no institucional, porque sí a eso nos vamos nuestro sindicato es mucho más institucional con la UACh que sus actuales administradores, a los que por un mínimo de dignidad deberíamos de dejar de llamar “autoridades”) de la comisión negociadora que ha estado trabajando en este difícil momento del emplazamiento a huelga. Parece que los administradores (bastante limitados, por cierto) no ven los problemas universitarios en su contexto nacional ni tampoco comprenden aquellas peticiones que hacemos y que indudablemente mejorarán las condiciones de trabajo de los académicos institucionales (esos sí), con lo que por pura lógica se podrá destrabar el propuesto regreso a clases seguro, escalonado y con las condiciones idóneas y particulares para la UACh.

 

Pero no. A las reuniones de negociación la representante de la UACh asiste con acuerdos vagos y propuestas nulas. Ojos cerrados ante la realidad, oídos sordos a cualquier petición y voz enmudecida para, por lo menos, proponer algún viso de solución a la problemática existente. Con argumentos burocrático-administrativos, que sus escuderos balbucean tratando de justificarse, no hay aún una propuesta significativa en cuanto al apoyo al teletrabajo que por ley nos corresponde. Fuera de sus mitos geniales (ya encarrerados en frases salinistas) de “haremos un diagnóstico” o “tal vez podamos arrendar equipo” (proceso que tomaría por lo menos un año), pareciera que la administración, o está perdida en el limbo de su zona de irrealidad, o verdaderamente pretende que estalle la huelga, para en conjunción con la del STUACh se cierre nuevamente y por un periodo largo nuestra Universidad, situación de por sí peligrosa que llevada hasta sus límites quién sabe dónde podría desembocar.

 

Nuevamente acudiremos a las negociaciones con la mejor disposición y el ánimo en alto al saber que los afiliados al STAUACh defendemos nuestras demandas porque las consideramos justas; pero al entrar a la sala de negociaciones seguro nos acordaremos, una vez más,  del insigne y alopécico personaje de las grandes orejas y el espeso  bigote, al verlo reflejado en los rostros de los administradores de la UACh; rostros de grises burócratas, aburridos y enfadados, sin ninguna pasión por su trabajo o afecto por la grandiosa institución que los cobija y les paga un salario; rostros que son señal de su pequeñez intelectual, su conducta omisa ante los problemas y la nula creatividad para resolverlos. Rostros que presagian con su expresión oscuras épocas por venir para nuestra Universidad.